Referencias
HUGO AROCA| Pasear para pintar.
En alguna ocasión he recordado con cariño lo que me decía un profesor cuando veía mi “cara de pared enladrillada” al mostrarme los cambios de tono que se producían en el bodegón que estábamos pintando en clase. Yo quería entender de forma lógica lo que estaba sucediendo ante mis ojos, pero al principio era más una cuestión de fe que otra cosa. Después de estar un buen rato esforzándose en emplear las mejores y más elocuentes palabras….con cierto aire de frustración al final me decía: “No es cuestión de fe, mira mucho y acabarás entendiéndolo, pero tienes que mirar mucho, y mirar bien”.
En la representación del natural pocas veces puedes entender lo que no ven directamente los ojos, hasta que no empleas horas de práctica comparando realidad y representación y reflexionando sobre lo que se ve, para educar tu visión y así conseguir comprobarlo por ti mismo, sin necesidad de creer. Luego ya puedes interpretar o hacer lo que quieras, si quieres. A veces pasan años, los que desgraciadamente te separan del contacto con tu profesor para poderle decir: “Lo entendí”.
Hugo González es básicamente un pintor de una gran intuición plástica, desde el principio pude observar en su obra una gran sensibilidad hacia la representación de la atmósfera cromática de una pintura, y sorprendentemente, este ambiente cromático no venía dado por la organización previa que utiliza los parámetros de una perspectiva convencional, sino por una inicial confusión intencionada de formas abstractas, aparentemente descuidadas o colocadas aleatoriamente, procedentes de las más dispares fuentes gráficas de la imagen impresa. Después la pintura es el medio que le sirve para ordenar ese caos inicial, para sugerir el aire entre esas formas, integrándolas en un todo, formas que poco a poco van conformando su ubicación definitiva en el espacio, suspendidas en él, ingrávidas. Una sensación poco común de realidad en la representación figurativa del natural.
Una primera mirada a una obra de Hugo González resulta engañosa, en un primer momento atrae su juego de transparencias abstractas en la mayoría de los casos, pero si el espectador aguanta solo un par de segundos más, automáticamente, como un imán entra en el cuadro por una pequeña puerta, y ya es imposible salir, porque ese aire cromático que desprende atrapa sin remisión. A partir de ahí es cuando el espectador que ha sido paciente empieza a descubrir los distintos itinerarios y recorridos del paisaje, y va paseando, disfrutando del viaje, descubriendo poco a poco las soluciones plásticas a los problemas de representación, aparente casualidad que sin embargo es fruto de una observación calmada, tranquila, sin tachaduras ni empastes que requieran aparatosas correcciones. En la obra de este joven pintor la sensación de realidad pintada entra en el espectador poco a poco y al final, la experiencia es de un envolvente realismo, nunca mimético, sino del todo sensorial, más veraz que cualquier alarde de cerrado virtuosismo formal, y a la vez, totalmente abstracto. Es el aire de Las Meninas de Velázquez, que Salvador Dalí quiso salvar de un hipotético incendio del Museo del Prado.
Durante todo este proceso, mientras reflexiona delante de su pintura Hugo se toma su tiempo, tiempo que utiliza en conversar, interesarse o ayudar a un compañero, dando la sensación de estar distraído, camina, se aleja y cuando menos te lo esperas se vuelve a acercar y coloca algo nuevo que conecta lo anterior. La forma de pintar de Hugo González es contemporánea, se aleja para percibir y regresa para pintar, como aquél que camina entre los árboles y va cogiendo hojas o haciendo surcos con un palo en el suelo. Cada cuadro de este pintor es una experiencia vivida, transmitida del conocimiento activo de la naturaleza y materializada en pintura.
Norberto González
Pintor / Profesor de Grado en Bellas Artes
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Gracias en buena parte a ese profesor aprendí que para pintar del natural hay que educar la vista siempre, y nunca es demasiado el tiempo que un pintor emplee en la observación y reflexión de lo visto y lo vivido. Algún tiempo después, también aprendí que para ser artista también es muy importante tener fe, no solo en la propia pintura, sino en uno mismo.